domingo, 10 de diciembre de 2006

Tres ventanas

Entre olor a cigarrillo negro y un tango clavado acá, en el medio de la sien, el anciano pasa revista a su añosa colección de recuerdos. Mira una vez más por la ventana de la amplia pieza, camino visual a otras tantas ventanas y azoteas cubiertas por láminas de aluminio, sin que el paisaje cambie en algo el esquivo transparente de sus ojos. Tal vez una mirada así solo pueda ser de alguien que ya vendió su alma o quizás, la perdió ahogado en su desidia pero poco importa, solo restos del viento en un rostro que se hacen días, recuerdos esparcidos sobre la ciudad, imágenes en blanco y negro, montones de ellas suspendidas en la densidad atmosférica clavando dagas en las pocas arterias vivas de un corazón apenas.


El tipo está peleado con la vida; que porque la minita lo dejó, que porque no aguanta ningún laburo, que porque no tiene plata y que la puta que lo parió. El bajón es un refugio, otra no cabe. Lo podés disfrazar de momento, de circunstancia o lo que quieras, pero la realidad es la que devuelve el espejo, el resto es anécdota.
Buscó el espejo y al verse reflejado se insultó, antes que su pie diera de lleno en uno de los ángulos del mismo para hacerlo pedazos. “¿Qué carajo te pasa?”, se preguntó a los gritos. El silencio como toda respuesta, es una sutileza, pero duele casi tanto como el pie que rompió el espejo, o el ruido a vidrios rotos.


Ella pasa horas sentada en el marco de la ventana, invadiendo pudorosamente mundos ajenos. No tiene amores que sufrir o vidas que extrañar, es una pequeña persona preguntándose que queda para un espíritu sensible en esta ciudad de idiotas.
El viento pesado de Marzo está cargado de recuerdos ajenos, furias sin destino y susurros de mártires que se ríen a carcajadas de la justicia. Sombras bajo el sol de mediodía bailan sobre techos invadidos de aluminio y ella, receptor emocional, captura todo con sus ojos: las almas perdidas de la ciudad, el anciano de los ojos transparentes expirando al perder en el viento el último de los recuerdos, las sombras danzantes del mediodía, el tipo del pie sangrado que trepa la ventana intentando en vano seguir a las aves.

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