domingo, 10 de diciembre de 2006

Paciencia

Cuando escucho hablar de paciencia, por algún motivo desconfío, frunzo el ceño inconscientemente como quien resiste lo que no conoce, a puro instinto.
“Hay que tener paciencia en la vida”, dice gente que no se parece a lo que quiero para mi; es el primer punto de rechazo, un pobre tipo que jamás hizo nada de si vida aconseja (o bien impone) una actitud que no comparto, me incomoda, no puedo ni quiero comprender. Camino a casa me cuestiono aquello de la paciencia, buscando un punto en el que, tal vez este equivocado, mientras los autos se amontonan adelante mío, y el aire se tiñe de rojo freno, y el silencio se llena de bocinas y comentarios en francés antiguo. Entonces me veo obligado a esperar (otra vez la imposición), no hay opción, no puedo avanzar en un camino que fue hecho para eso, avanzar. “Maldita contradicción” pienso, es como tirarse de un puente y quedar suspendido en el aire o golpear a otro y que te duelan las manos.
Según lo veo, la palabra paciencia la inventó un lento, un tonto que vivió lenta y torpemente, entorpeciendo y atontando todo a su paso. La palabra viajo en el tiempo, entre tiranos y dictadores, entre sismos y revoluciones, entre lentos y tontos hasta llegar mansa a nuestros días en que la paciencia es una imposición social. Entonces cuando algo se traba o se complica hay que tener paciencia y ya.
La paciencia es el arte de esperar por la estupidez de otro, es llegar antes donde los demás no llegaron, es avanzar en pelotón aunque quieras ir solo, es andar lento como los que no tienen apuro aunque estés apurado, es vivir a desgano aunque tengas ganas de vivir, es morir de a poco aunque estés vivo, o muerto; es pedir permiso para respirar aire lleno de plomo, hacer la cola para ir al baño o esperar por hablar mal de alguien que no te importa.
Es la dictadura de la idiotez, la cárcel de la libertad, la mutación del instinto de ser diferente, de manejar tu propio reloj y de hacer lo que te da la gana sin molestar a nadie, a menos que puedas esquivarlos en su lánguida pesadez.

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